Este río que lleva y trae cosas, ahora trae verdades silenciadas durante años.
Es difícil pensar que, 30 años después, el miedo, el olvido y el silencio todavía estén presentes.
Este trabajo que recién comienza me traspasa con tristeza y con esperanza, porque los testimonios siguen apareciendo, y porque seguimos la lucha para que todos y cada uno de los responsables sean juzgados.
Los textos que aparecen a continuación son testimonios extraídos del libro.
"Si la policía misma decía que no habíamos visto nada... que nos quedaba? No decíamos nada."
"Si no es familiar suyo, callesé..."
"Retírelos de la costa, y que sigan agua abajo"
"Los cuerpos quedaban varios días, a uno de los cuerpos lo sacó la Prefectura y se lo llevo a remolque, esto es a la fecha que estaban los militares, tantos muertos que han encontrado por ahi..."
"_¡Agachense, chicos... no miren, no miren!.
La orden partía del conductor de la lancha escuela del delta en pleno río Paraná Bravo. La mayoría de los chicos obedecía la exigencia del lanchero, pero ya era tarde, ya llegaría a destiempo porque la imagen que despedazaba la paz estaba destina a quedarse."
"...En verano, a la hora de la siesta mientras todos dormían yo con mi Tonomac super platino me dirigía al muelle tratando de escuchar alguna FM, toda una novedad para la época. Escuchaba el ruido del agua que golpeaba en la costa como fondo de la música, algunas veces este ruido era interrumpido por el sonido grave de las aspas de un helicóptero que se acercaba, se "posaba" en el aire cerca de la desembocadura del desaguadero del Sauce, como unos 10 metros de altura y tiraba algo al río..."
Silencio que naufraga en el silencio
de las bocas cerradas de la noche.No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos.
Silencio.
Abre caminos de algodón profundo,
amordaza las ruedas, los relojes,
detén la voz del mar, de la paloma:
emociona la noche de los sueños.
Silencio.
El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran,
el silencioso, el doloroso, el pálido,
el tren callado de los sufrimientos.
Silencio.
Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
el corazón de los que malhirieron.
Silencio.
Van derramando piernas, brazos, ojos,
van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastros de amargura,
otra vía láctea de estelares miembros.
Silencio.
Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.
Silencio.
Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.
Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo.
Silencio.
Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.
Y se queda descalzo hasta el caballo,
y enarena los cascos y el aliento.
"El tren de los heridos", Miguel Hernández.
Te felicito Rocío, me conmovió tu trabajo. Agendo tu blog y andaré por acá seguí dicto.
ResponderEliminarTriste historia la nuestra... y sin remedio.
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